La busqueda 12

La Despedida

La luna llena brilla en el horizonte, su plateada luz se filtra suavemente por la ventana, Lilianne se encuentra sentada junto a la ventana contemplando en silencio el mundo exterior. Zerón dormía profundamente en una de las camas al otro lado de la habitación, era más de media noche, Lilianne no podía dormir, ya no lo necesitaba, a veces sentía sueño pero solo lograba dormir por unas pocas horas. Ella da un fuerte suspiro junta sus manos bajo la plateada luz, entrelazando los dedos, puede sentir claramente la suavidad de su piel, el calor de su cuerpo, la dureza de los huesos bajo aquella carne falsa.

Ahora cuando esperaban que pudiesen descansar seguían viviendo como nómadas viajando de ciudad en ciudad, todo debido a que él trataba de protegerla, no deseaban regresar a su hogar pues corrían el riesgo de que alguien los reconociera, si alguien encontraba lo que ella era, los matarían a ambos.

Voltea a ver a su amigo y la invade una profunda tristeza, pensaba por todo lo que él había pasado para salvarla y cumplir así la promesa que le había hecho hace tanto tiempo, cuando todos la habían abandonado el estuvo ahí a su lado, no le importo arriesgar su vida ni abandonar su hogar. Zerón la había protegido en tantas ocasiones incluso cuando eran niños y ella estaba terriblemente enferma, jamas podría agradecerle lo suficiente lo que había hecho, sin embargo sentía que era su momento de hacer lo mismo por él.

Lilianne suspira nuevamente, se pone de pie, recoge la pequeña mochila que ya tenía preparada junto a la puerta y sigilosamente sale de al habitación. Al salir se encuentra a Grock parado junto a la puerta.
-¿A donde se dirige, mi señora?- le cuestiona el hombre de piedra.
-Solo iré a dar un paseo Grock, no tardare.
La figura regresa la cabeza a su posición permaneciendo inmóvil.

Envuelta por la obscuridad sale de la posada y camina por la calle en dirección de la plaza, avanza decidida, la brisa agita sus largos cabellos, un gran peso parece posarse sobre su corazón conforme se aleja.

En medio de la plaza encuentra una hermosa fuente, iluminada suavemente por luz de la luna. El agua no corría por las bellas estatuas que adornaban la fuente, se encontraba estática formando en las cristalinas aguas un espejo que reflejaba con claridad los contornos de la ciudad. Ella se sienta tranquilamente en el borde de la fuente y sumerge los dedos en la fría superficie del agua, luego retira la mano y observa el agua gotear de las puntas de sus dedos, podía sentir en su cara el frío del viento nocturno, podía sentir las gotas recorriendo su piel. Puede ver su rostro levemente iluminado por la luz de la luna reflejado en el agua, toca su mejilla, sus labios, su cabello, todo se sentía tan real, pero no podía alejar de su mente la verdad, la cruel realidad, aquel cuerpo no era humano, nunca lo sería.

Toma una pequeña daga que Zerón le había regalado y la entierra en la suave carne de su mano, siente el dolor pero no brota sangre alguna y al retirar la cuchilla la herida se cierra rápidamente.

-Como Zerón podía soportar estar en presencia de tal abominación- se dice a si misma.

Aún sentía algo de rencor por aquel día que Zerón no pudo terminar con su vida, aquel día en que la condeno a vivir en aquella forma inhumana. Sin embargo ahora ya era irrelevante, comparado con todo lo que él había hecho por ella, le había dado una segunda oportunidad de vivir. Ahora se sigue arriesgando, huyendo, escondiéndose como fugitivo, él había cumplido su promesa, ella tenía lo más cercano a una nueva vida, ahora ya no tenían porque seguir juntos. Ella piensa por ultima vez sobre su decisión, sabe que está haciendo lo correcto, Zerón era una buena persona, podría vivir sin ella, si se queda, solo le provocara más sufrimiento, por eso debe partir.

Lilianne toma su mochila, la coloca sobre su hombro y se aleja envuelta por la noche.