Cronicas cientificas 02

La densa selva le dificultaba el caminar, una leve llovizna acallaba los sonidos de la selva, el único sonido claro era su propia respiración dentro del casco. El visor del casco desplegaba un conjunto de imágenes frente a ella, pequeñas marcas señalaban la posición de sus compañeros moviéndose invisibles por la densa vegetación, llevaban cerca de tres horas siguiendo a la manada y el ocaso estaba próximo, el tiempo rápidamente se les agotaba un marcador aparece en el visor de su casco alguien había encontrado a la manada, avanza tan rápido como puede pero tratando de hacer el menor ruido posible.

El marcador en su visor mostraba una distancia de quince metros, disminuye la velocidad de su marcha y comienza caminar sigilosamente, un pequeño claro se vuelve visible, varias criaturas pastaban tranquilamente en el claro, eran enormes al menos el doble de alto que una persona, de una apariencia reptiliana aunque también poseían algo de pelo.

Apunta su rifle a las desconfiadas presas, fija sus ojos en uno de los más pequeños y con piel menos gruesa, los marcadores en su visor cambian nuevamente, sus compañeros se encontraban en posición, lentamente jala el gatillo, una lluvia de metal rompe la paz de la selva, y el animal cae al suelo, al instante la manada se pone en alerta dispuesta a embestir, dos recipientes de metal brillante aparecen volando por entre la vegetación en dirección de la manada, parecía que sus compañeros hacían bien su trabajo, al tocar el suelo los recipientes explotan en una fuerte estruendo de luces y humo. La manada aterrada se dispersa rápidamente alejándose del claro e internándose en lo profundo del bosque. Cuando la calma finalmente regresa los tres cazadores se acercan a su presa.
-Aquí el escuadrón dieciséis, tenemos un paquete.
-Ya era hora, el Sol se esta poniendo y no quiero estar aquí cuando sea de noche.
-Tienes nuestras coordenadas.
-Si su señal me llega fuerte y clara, tiempo estimado de llegada, tres minutos.

El tiempo parece transcurrir lentamente, un indicador amarillo aparece en sus visores, el tiempo se les estaba agotando.
-Cuanto más va a tardar- reclama uno de los miembros del escuadrón.
-Calma novato, solo es una alerta amarilla, aún tenemos tiempo más que suficiente.

Pasan poco menos de los tres minutos y se escucha el zumbido del vehículo sobre sus cabezas, logran ver una sombra apenas discernible entre la espesa flora, este desciende tratando de evitar el follaje y se detiene justo sobre el claro, un pequeño brazo mecánico sube la presa al área de carga el resto del escuadrón aborda y el vehículo comienza a moverse elevándose y avanzando sobre los grandes arboles.

El vehículo se desliza suavemente por sobre las copas de los arboles, la luz comienza a disminuir, en cerca de una hora caerá la noche, una mancha gis aparece en el horizonte, creciendo rápidamente conforme se acercaban.
-Buenas tardes compañeros, gracias por elegir nuestra aerolínea para este vuelo, si observan notaran que pronto estaremos sobrevolando la ciudad muerta, por favor mantengan brazos y piernas dentro del vehículo- dice el piloto en tono burlón.
-Vamos, que no habrá alguna vez en la que puedas pilotear callado.
-Nunca en esta vida capitana.

A pesar de todo él tenía razón, pronto la mancha gris se transforma en una enorme ciudad abandonada, los rascacielos enormes se encuentran carcomidos por el tiempo y la implacable vegetación, estos se erigen como testigos olvidados de la batalla que perdió la humanidad. Un sonido chirriante se alcanza a escuchar proveniente desde las profundidades de la ciudad, enseguida se observa una masa gigantesca que se desplaza por el suelo.
-Mantente alejado de los edificios, el enjambre ya se puso en movimiento.
-Entendido, no tienes que decírmelo.

Era una especie local, eran pequeños, pero parecían el hijo bastardo de una araña y un reptil, y eran numerosos al extremo, en cierta forma eran similares a las hormigas terrestres, hormigas grandes con un temperamento infernal.

Los primeros humanos en colonizar el planeta no tuvieron problemas, al enjambre no parecía importarle la presencia humana, sin embargo esta en la naturaleza del ser humano querer controlar aquellos que es inherentemente incontrolable.

Trataron de quitarle su reino al enjambre, como si fueran solo un animal más, trataron controlar su numero con venenos y armas, pero ellos se adaptaron, se defendieron, contraatacaron, rápidamente las ciudades no pudieron hacer frente a la amenaza y fueron abandonadas, ahora no queda más que un cascaron vacío, y ahora irónicamente una colmena había decidido hacer de la ciudad su nuevo hogar.

El vehículo abandona la ciudad y el silencio regresa, las montañas que parecían tan distantes se acercan con inusitada velocidad, comienzan a elevarse adentrándose en aquellas cumbres cubiertas por una espesa neblina, tan densa que no puede ver a sus compañeros sentados frente a ella, la temperatura desciende volviéndose fresca y reconfortante a diferencia del calor extenuante de la selva tropical. La neblina rápidamente se transforma en una torrencial lluvia que inunda sus oídos con un suave murmullo, ella afloja su mascara dejando que el agua bañe su rostro.

Abruptamente alcanzan la cima, una pequeña sensación de ingravidez los invade conforme comienzan el descenso, pronto el frío de la montaña se desvanece reemplazado nuevamente por un calor intenso, el paisaje es tan distinto que es difícil de creer, todo rastro de flora a desaparecido y solo un interminable desierto rocoso se extiende frente a ellos.

El dorado del ocaso tiñe las candentes arenas con un matiz rojizo, bajo esa luz incluso el mismo cielo parecía estallar en llamas. Lentamente unas siluetas geométricas se disciernen en la distancia, la ciudad rápidamente se hace visible, un punto obscuro en medio del desierto, el único lugar lleno de vida en aquel estéril lugar.

Ella se recuesta levemente en su asiento, su hogar ya estaba cerca, cierra los ojos y disfruta el viaje.